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05_FRAGMENTOS CRÍTICOS

FRAGMENTOS CRÍTICOS 1 – octubre 2015


Iniciamos una nueva actividad. Bajo la categoría FRAGMENTOS CRÍTICOS extraeremos párrafos de un libro para el estudio, reflexión y opinión crítica a través de nuestro blog del tema que se propone.

Siendo ésta una actividad docente del curso 2015-16 (grupos 4,03 y 4.04 de la ETSA de Sevilla), esperamos también la participación de todos aquellos que deseen opinar crítica y constructivamente sobre el texto propuesto, estableciendo relaciones con otras líneas de pensamiento.

En este primer cuatrimestre propondremos tres FRAGMENTOS CRÍTICOS de un mismo libro (octubre, noviembre y diciembre). El elegido es el libro de Jane Jacobs MUERTE Y VIDA DE LAS GRANDES CIUDADES, texto original de 1961; estos fragmentos están tomados del editado por Capitan Swing de la colección “Entrelíneas” (3ª ed., junio 2013):

 

Jane Jacobs dedica los tres primeros capítulos de su libro al uso de las aceras. De los capítulos 1 y 2 extraemos el siguiente fragmento crítico (la lectura completa de ambos capítulos ayudará a comprender el sentido de estos fragmentos)

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“Las calles de las ciudades sirven para muchas cosas aparte de para transportar vehículos; y las aceras de las ciudades –la parte peatonal de las calles- sirven para muchas cosas aparte de para transportar peatones. Estos usos están en estrecha relación con la circulación, pero no son idénticos a ella y son, por derecho propio, al menos, tan básicos como la circulación para el buen funcionamiento de las ciudades.

(…) Las calles y sus aceras, los principales lugares públicos de una ciudad, son sus órganos más vitales (…) Cuando las calles de una ciudad ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés; cuando presentan un aspecto triste, toda la ciudad parece triste (…) Cuando la gente dice que una ciudad o una parte de la misma es peligrosa o que es una jungla, quiere decir principalmente que no se siente segura en sus aceras (…)

Esto ya lo sabe todo el mundo: una calle muy frecuentada tiene posibilidades de ser una calle segura. Una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura. Pero ¿cómo funciona esto? Y, ¿por qué unas calles son más frecuentadas que otras? ¿Por qué la gente evita en lo posible las aceras de la alameda de Washington Houses, que deberían ser un atractivo para ella? ¿Por qué las aceras de la parte vieja de la ciudad, que linda con ella al oeste, están sin embargo siempre llenas de gente? ¿Y las calles que están llenas la mayor parte del tiempo y que de repente se vacían?

(…) En primer lugar, debe haber una neta demarcación entre lo que es espacio público y lo que es espacio privado. Los espacios públicos y privados no pueden emborronarse, como sucede generalmente en los barrios residenciales o en los complejos de viviendas.

Segundo, ha de haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas que podríamos considerar propietarios naturales de las calles. Los edificios de una calle equipada, para superar pruebas de los desconocidos y, al mismo tiempo, procurar seguridad a vecinos y desconocidos, han de estar orientados de cara a la calle. No deben dar su espalda ni sus muros a la calle dejándola así ciega.

Tercero, la acera ha de tener usuarios casi constantemente, para así añadir más ojos a los que normalmente miran a la calle, y también para inducir a los que viven en las casas a observar la calle en número y ocasiones suficientes.

*             *             *

Al hablar de seguridad en las aceras de una ciudad, dije lo necesario que era que, en la mente de cada par de ojos presentes hubiera una convicción casi inconsciente que la calle en general le apoyaría cuando se presenta una ocasión para ello (…) Esta convicción tiene un nombre: confianza. La confianza en una calle se hace con el tiempo a partir de muchos y ligeros contactos públicos en sus aceras (…)

Cercanía es una expresión adecuadamente nauseabunda para un viejo ideal de la teoría urbanística. Este ideal es que si las personas comparten algo deben compartir muchas cosas. Aparentemente, una fuente de recursos espirituales en las nuevas zonas residenciales periféricas, la “cercanía” resulta destructiva en las ciudades. La obligación de compartir demasiadas cosas distancia a la gente.

(…) Así, por ejemplo, en un barrio de la ciudad de New York, proyectado –como todas las urbanizaciones residenciales ortodoxas- para compartir muchas cosas o ninguna, una extrovertida mujer se enorgullecía de haber conseguido relacionarse, mediante un esfuerzo deliberado, con las madres de todas y cada unas de las noventa familias de su inmueble. Las visitaba. Las acorralaba en la puerta de sus pisos  o en el portal. Sacaba conversación si se sentaba con ellas en un banco.

Pero sucedió que un hijo suyo de ocho años se quedo atascado cierto día en el ascensor y allí se quedó durante más de dos horas sin recibir ayuda y esto a pesar de que gritaba y golpeaba la puerta. Al día siguiente, la buena señora expresaba su horror a una de sus noventa conocidas. “¿Ah, pero era su hijo?  -dijo la otra mujer. “No sabía de quien era el chico. Si hubiera sabido que se trataba del suyo le habría ayudado”

(…) El contacto público en las aceras y la seguridad pública de estas, aliados, pueden incidir en el más grave problema social de nuestra nación: la segregación y la discriminación racial.

No quiero decir con esto que una cierta manera de proyectar y urbanizar una ciudad, o sus tipos de calles y la vida que en éstas se desarrolla, puedan superar automáticamente la segregación y la discriminación. Para enderezar estas injusticias se requieren muchos otros y muy diferentes esfuerzos.

Lo que sí afirmo es que construir  y reconstruir grandes capitales con aceras inseguras y cuyos moradores sólo tienen la alternativa de compartir mucho o nada, puede hacer muchísimo más difícil a las ciudades americanas la tarea de eliminar la discriminación”

Comentarios

18 comentarios en “FRAGMENTOS CRÍTICOS 1 – octubre 2015

  1. El fragmento se divide en dos partes, las cuales tienen como trasfondo la seguridad del peatón en las calles de la ciudad.
    En primera instancia, se habla del funcionamiento de las calles; aquellos elementos que estructuran la ciudad y que son el soporte de la vida urbana. De acuerdo con el texto, la movilidad no es el único aspecto a resolver por el tramado de calles; sino que el conjunto de ellas recoge otras funciones básicas como pueden ser la articulación del tejido urbano, el soporte de las infraestructuras, la percepción del espacio y, en relación a esto último, el atribuirle unas características cualitativas, etc. Es aquí donde la autora hace hincapié y critica el urbanismo desde el punto de vista de la seguridad ciudadana, asunto en estrecha concordancia con las propiedades que presentan las calles. Jacobs defiende que la manera de proyectar la ciudad puede tener repercusión en la seguridad pública, es decir, el modo en que se construyen los edificios y los diversos usos que se asignan a las parcelas que lindan con las calles son determinantes en la actividad que allí se desarrolla.
    Se hace referencia a la importancia del vínculo entre calle y edificio. La envolvente arquitectónica no debe entenderse solamente como un elemento de focalización, sino que debe ser el nexo entre lo público y lo privado, de forma que exista un diálogo entre el interior y el exterior, teniendo éste también interés para ser apreciado desde dentro. Ésta manera de ver la calle se puede equiparar a un teatro donde la gente es observada.
    Por otro lado, la presencia de locales comerciales, de espacios de recorrido y de reunión, de paseantes y de espectadores, hacen de las calles lugares más amables para vecinos y desconocidos. Es por ello por lo que el transporte de peatones pasa a un segundo plano al ser necesarios otros elementos para que ésta y el resto de funciones de las calles se desempeñen correctamente.
    En mi opinión, me ha gustado esta mirada hacia el urbanismo en las grandes ciudades, donde en muchas ocasiones, los mismos habitantes de barrios residenciales se “aíslan” unos de otros casi por imposición, reduciendo el contacto social en el espacio público, lo que puede conllevar a la segregación social.

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    Publicado por germnsicre | octubre 22, 2015, 9:32 am
  2. La aproximación que Jane Jacobs nos quiere mostrar de las calles como protagonistas de la ciudad, nos plantea las particularidades que configuran estos espacios de comercios, de portales, de muchedumbres o de soledad.

    A mi parecer, es muy importante entender, tal y como ella especifica, que las calles son el escenario de una ciudad y que son las que definen un lugar.

    Siguiendo con la forma en que Jane Jacobs entiende el suelo público y privado como algo que debe estar claramente diferenciado y separado, quiero matizar que si puede existir un punto intermedio.
    Por ejemplo, en todas aquellas comunidades residenciales donde el espacio público y privado se difuminan y crean algo así como un espacio reservado sólo a la gente que transita la zona también considero que son espacios válidos y característicos que no encajan en el grupo de propiedad pública o privada, sino propiedad sectorial.

    Coincido con sus definiciones de calle observada como calle atractiva y funcional, calle llena de ojos que la observan.
    Es igual de importante la mirada de los edificios a la calle como la de los peatones que la miran.
    Una calle debe ser observada hasta conocerla. Hasta hacer que esa calle forme parte de una rutina o un lugar donde pasan cosas que sólo en ella pueden pasar. Ya sea gracias a ese comercio o ese local que nos gusta. Ya sea porque es el portal donde hemos crecido o ya sea porque es parte del trayecto que nos lleva a la escuela.
    Conocer una calle es señal de su buena salud.

    Bien es cierto que una calle segura, transitada y conocida, se debe gracias a la ocupación comercial o sector terciario que nos atrae y nos acerca a ella mucho más que una calle estrictamente residencial.

    No coincido con la idea de Jacobs de concivir la calle como culpable de la discriminación que pueda darse en ella, sino la gente que la ocupa. No es más fácil compartir o convivir en una «zona sectorial» o comunidad de vecinos.
    Pero si es más fácil compartir el espacio público cuando este está muy transitado y queda al abasto de muchos, y no de pocos. Cuando la calle está más transitada es cuando menos la sentimos nuestra y nos damos cuenta de que no nos pertenece sino que somos una pequeña parte de ella.

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    Publicado por Maria Gaona Vila | octubre 26, 2015, 10:37 pm
  3. El texto nos intenta concienciar de la importancia del espacio público y la conexión de este con los espacios de propiedad privada, es un acercamiento que no se limita a hablarnos de circulación sino que nos hace pensar sobre cuáles son los usos e interacciones que se producen en las calles y que imprimen su verdadero carácter.

    Este acercamiento nos induce a pensar en la relevancia que tiene la capacidad de transformación de una acera, no entendiéndola únicamente como como espacio de transición sino que pueda entenderse como un espacio de estancia, de espera, de encuentro, etc. En definitiva que un mismo espacio de respuesta a diferentes situaciones.

    Estoy de acuerdo con la autora al considerar que estos espacios públicos de carácter polivalente necesitan estar diferenciados de los espacios privados, evitando la construcción de espacios en los que no se tiene claro cuál es su propietario, ya que nadie se sentirá identificados con ellos. Esto no quiere decir que visual y espacialmente estén conectados ya que como dice Jacobs la calle debe observar y ser observada para ser segura.

    Como conclusión creo que para crear un espacio público “saludable” es necesario que en el se produzcan multitud de usos y que estos espacios queden demarcados de los espacios privados ayudando al ciudadano a tener confianza en ellos.

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    Publicado por alonsorosa | octubre 31, 2015, 8:29 pm
  4. La seguridad en las calles es uno de los grandes objetivos de ciudades de todo el mundo, algo que se puede conseguir, como aparece en el fragmento, con la proyección e integración de todo espacio público, que este sea un recorrido a través de la ciudad y que haga de este un agradable paseo, del cual el viandante lo identifique como suyo. Este sentimiento de pertenencia, al que la autora se refiere, hacer que todos compartan algo de una manera involuntaria para lograr un cuidado, una ocupación y por lo tanto una sensación de seguridad al ver al ciudadano que transita la calle.

    En mi caso, comparto los pensamientos de Jane Jacobs, y creo que el primer paso para lograr este objetivo lo deben dar además del proyectista, la administración pública encargada de cada uno de los lugares, responsable de todo lo nuevo y lo mejorado, pero para ello debe haber un sentimiento de arraigo y preocupación para no crear espacios inhabitados, que hagan de caldo de cultivo de todo lo que se pretende evitar en toda ciudad. En mi opinión esto se logra con una diversificación de usos a lo largo de toda la ciudad, para crear puntos de encuentro por todo el ámbito y obligar así a una movilización razonable de los ciudadanos.

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    Publicado por sebaspr2 | noviembre 1, 2015, 9:37 pm
  5. Escrita en 1961, este libro es un ataque contra las teorías más usales sobre la urbanización y reconstrucción. El autor cree que hay una diferencia entre la utopía urbanista y la realidad. Tiene que entender la ciudad y no tratar de cambiar como un ideal de formas.

    Para Janes Jacobs el funcionamiento de un espacio es el resultado de un mezcla procesos complejos interconectado. Importancia de una mezcla de funciones urbanas.

    Describe la ciudad para conocer los buenos principios de una urbanizacion sinónimo vitalidad económica y social. Y a la inversa para identificar las opciones malas. Las cuidades son un laboratorio de análisis. Denuncia la destrucción de las ciudades con la urbanización. No es mejora.

    En el primer capitulo « Usos de las aceras : seguridad » de la primera parte que se llama « La peculiar naturaleza de las ciudades », el autor habla de la calles y aceras. No son solo para transportar véhiculos y peatones. Tomen un sens con los otras cosas como las personnajes or edificios. Las calles hacen el clima de las cuidades. A de mas, uno de los criterios de éxito para una ciudad es la seguridad en las calles. Si la gente tiene miedo de que no van en la calles. La reconstrucción no es sinónimo de seguridad.

    Para hacer calles seguras, necesito : « Neta demarcación entre lo que es espacio público y lo que es espacio privado », « fachadas con ventanas en la calle para los ojos de propietarios », « tener usarios casi constamente » para inducir las personas a observar la calle.
    Tiendas, restaurantes en las calles. Pero urbanistas creen que la gente busca el vacío. Bueno luz

    En el segundo capitulo « Usos de las aceras : contacto ». La vida en la calle es muy importante.Si no vida las personajes deben elirgir entre compartir mucho o nada. Integrar los vecinos a su vida privado, en su casa, or no compartir. Barrios residencials. Calles seguridas son muy importantes.

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    Publicado por Hélène Guignard | noviembre 2, 2015, 9:42 pm
  6. La seguridad de una calle, de sus aceras, depende, efectivamente, de la manera de construir la ciudad.
    Como dice Jane Jacobs, «debe hacer un neta demarcación entre lo que es espacio publico y lo que es espacio privado», porque si, es necesario de poder haber su proprio espacio y de compartir cuando queremos.
    «Segundo, ha de haber siempre ojos que miren la calle». Personalmente no estoy segura que muchos gentes miren por la ventana actualmente. Escriba en 1961, en ese momento, los gentes quieren mirar por la ventana.
    «La acera ha de tener usuarios casi constamente.»
    «El contacto público en las aceras y la seguridad pública de estas, aliados, pueden incidir en el más grave problema social de nuestra nación: la segregación y la discriminación racial.»

    Estoy de acuerdo con la autora acerca de la importancia de construir mejor la ciudad. No he leído el libro, pero con la lectura de este pasaje, me pregunto el impacto de la mentalidad: en un mundo donde se instala el individualismo, ¿habrá gente en las ventanas?
    Jane Jacobs dice que la cercanía resulta destructiva en las ciudades. Pero la posibilidad de ver y ser visto, ¿no es una especie de cercanía?
    Creo que el primer cambio debe hacerse en la mente de la gente, y la manera de construir puede ayudar a este cambio. Los modos de vida han evolucionado, la tecnología desarrollada: como podemos hacer esto hoy?
    Leo «Arquitectura de la felicidad» de Alain Botton, se lo recomiendo.

    Emmanuelle Vandermeersch.

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    Publicado por weshmanue | noviembre 3, 2015, 11:14 pm
  7. A simple vista, podemos intuir una división en dos apartados, ya que el fragmento se encuentra separado físicamente en dos por una barrera de puntos.

    Tras una primera lectura, encontramos sentido a nuestra primera intuición, ya que la primera parte del fragmento quiere introducir el tema, de forma general, pudiendo ser este el recurso usado por la autora Jane Jacobs para darle comienzo a su obra. En él encontramos como asunto base la vía pública, acompañado de preguntas reflexivas y de tres condicionantes claves (Publico-Privado; Uso; Frecuencia). Sin embargo, en la segunda parte se desarrolla de forma continua el asunto de la Seguridad en la vía pública, llegando incluso a relacionar este tema de Cercanía-Confianza con la política de discriminación social existente en el momento.

    De una forma más precisa, analizamos el significado del los apartados:

    PRIMERA PARTE

    Se pretende aportar un matiz importante a la función de la Vía Pública, la calle, la cual podemos dividir a nuestro entender en sección rodada y sección peatonal. A parecer personal, y estando de acuerdo con la autora, nuestra sociedad ha valorado y valora el desplazamiento rodado dentro de las ciudades por encima del peatonal, y además no sabiendo aprovechar el potencial de este. Del mismo modo que «Las calles de las ciudades sirven para muchas cosas aparte de transportar vehiculas,» con el desplazamiento peatonal ponemos en pie relaciones y actividades que hacen funcionar a las ciudades.

    Las personas nos movemos por intereses, siendo esto fundamental para el aspecto y la salud de las ciudades. De aquí que tengamos calles más frecuentadas que otras, (podemos tener de ejemplo en Sevilla la Avenida Reina Mercedes, donde la calle y las aceras ofrecen abundantes intereses a pesar de ser de menor o igual sección que la vía rodada, y la calle Monzón, donde a pesar de tener mayor sección peatonal, no ofrece apenas intereses para la sociedad y por tanto tiene poco transito de persona más que aquel que rebosa de la Avenida)

    Entendemos también de esta parte que existen ciertas claves para el buen funcionamiento de una ciudad en cuanto a la calle se refiere. Se debe tener claro el límite Público – Privado (punto más fácil de identificar en la cultura hispánica que en la estadounidense, debido a la morfología urbana de las ciudades y barrios); que la calle esté equipada, y que las parcelas privadas se abran a la vía pública ayuda al uso, disfrute y seguridad de todos los usuarios de la misma (ya sean vecinos que habitan en ella o meros circulantes); y finalmente mantener este transito y esta atracción de modo constante.

    En resumen, una calle sin transito es una calle triste, que conlleva a una ciudad sin vida, y nosotros los arquitectos, conjunto a los ciudadanos tenemos las herramientas para que esto se lleve a cabo.

    SEGUNDA PARTE

    Encontramos este asunto de forma cotidiana en nuestras vidas, pues consideramos una calle segura, aquella que está con transito constante de personas y que tiene buena iluminación. El que exista esta frecuencia de personas ayuda a relacionarse, pudiendo así disolver en parte la posible discriminación social que pueda existir, pudiendo coexistir en un mismo momento diferentes personas de diferentes estatus sociales.

    El termino «Confianza» puede trasladarse a la frecuencia y/o «Cercanía» con la que se habite la calle y sus aceras.

    Es decir, que también una misma calle puede ser de Confianza (y por lo tanto segura) para algunos, mientras que todo lo contrario para otros.

    JOSÉ ANTONIO ROMERO ODERO

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    Publicado por jadelacruzro | noviembre 8, 2015, 8:58 pm
  8. Actualmente el elemento calle se relaciona con la movilidad, sin embargo, hace no tantos años, compartía ese protagonismo con ser estancial, las personas se reunían en la calle o los niños jugaban en ella. Esta continua presencia de gente hacía las calles seguras, igual que sucede ahora con las calles que tienen un movimiento peatonal constante.
    Desde mi punto de vista, este dato es el que provoca que en zonas con muy baja densidad puedas sentirte más inseguro, y es aquí donde no comparto la opinión de la autora del texto. Si en estas zonas «demarcas» la separación entre los espacios públicos y privados, estas eliminando esos «ojos que miren a la calle» a los que se refiere Jane Jacobs, puesto que esa demarcación suele producirse mediante un vallado, si este es excesivamente opaco, no permite las visiones del exterior al interior, ni viceversa.
    Del mismo modo, en una zona mucho mas densa, en la que la circulación de los peatones suele darse gracias a los comercios, estos, pese a estar ubicados en un local privado, tienen acceso libre, por norma general, de los usuarios. Esta situación difumina la «demarcación entre lo que es espacio público y lo que es espacio privado», y sin embargo, es la que produce ese movimiento casi constante.
    La autora también dice que la seguridad en las aceras de una ciudad está relacionada con la confianza. Esta confianza a la que la autora se refiere, es esa relación que existía entre los vecinos antes, algo que también se ha perdido, y es, en mi opinión, una de las razones por las cuales las calles dejaron de ser estanciales. Opino que respecto a este tema, gran de la culpa recae sobre la sociedad actual.

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    Publicado por tafesar | noviembre 11, 2015, 10:10 am
  9. Normalmente las personas creen que la ciudad está formada por edificios, manzanas, etc, y el espacio sobrante son calles o en su defecto aceras por donde circulamos. Estos fragmentos nos hacen replantear esa idea, ya que es justamente lo contrario. Las calles y las aceras forman nuestra ciudad, dan una lógica y una sensación que es la que nosotros percibimos. Una calle con interés nos proporciona una ciudad interesante, y una calle triste y sola proporciona una ciudad solitaria. Por consiguiente Jane Jacobs nos especifica el tema de la seguridad, directamente relacionado con la soledad en las calles, ya que como bien dice el caminar por una calle ausente de personas no es nada agradable y directamente implica el no querer frecuentarla. Esto se debe a varias razones, como la buena distinción del público y privado, no pudiendo mezclarse entre sí. La orientación de los edificios hacia la calle también ayuda a sentirte vigilado, y aunque realmente estés sólo tienes cierta seguridad. Por lógica, mientras más “ojos o ventanas” haya vigilando, invitará a más personas a salir, que pasarán de ser peatones a ser observadores, dando así una seguridad en conjunto.

    Todo esto hace que la persona confíe en la calle, que se vea segura de salir, sin preocupaciones y sabiendo que otras personas están ahí igual que ella y que en caso de algún problema se ayudarán. En este tema, la autora da a conocer como esa ayuda puede no ofrecerse incluso en un propio edificio, donde se da más prioridad a una persona conocida que a una desconocida. Esto en la calle también pasa, y como bien dice se llama discriminación. Una persona puede o no ayudar a otra dependiendo de varios aspectos, lo que hace que a la larga la propia ciudad se segregue.

    Debemos por tanto concienciarnos con la ciudad, con sus calles y confiar en todos los que la formamos, ya que sin las propias personas ni ciudades ni calles servirían de nada.

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    Publicado por Rafael Fernández | noviembre 18, 2015, 3:32 pm
  10. Así como lo subraya J.Jacobs, la calle y las aceras son la parte visible del organismo que vive que es la ciudad. Y estoy de acuerdo con ella para decir que una calle menos concurrida puede paraitre más amenazador. Esto valora también la arquitectura de las fachadas, la historia de la calle también posiblemente, la gente a la que se cruza allí, a la luz que vuelve allá. Pero en una ciudad, es normal ver calles más o menos frecuentadas. Hay en efecto a mi parecer, diferentes grados de privatización en los bienes del dominio público. Una calle comercial estará mucho más viva que una calle que perjudicará viviendas, en la última, solamente los habitantes y sus amigos pasan allí. El emplazamiento geográfico de la calle tiene que tomar en consideración también, si está colocada en un lugar estratégico para reunir dos polos atractivos en la ciudad. Pues no es verdaderamente factible, y no deseable de haber de la actividad en todas las calles. Ciertas calles residenciales poco frecuentada son más buscadas por otro lado para su calma.
    Estoy de acuerdo en cambio en el punto que concierne a la delimitación clara entra público y privado. Los espacios como semipúblico, semiintimidades, etc… trae él duda. No queremos volver deliberadamente a la vida de otro y desarreglar sin tener cuidado con eso, ilimitado somos inciertos, mal confortables, y del golpe más apto que se asusta una pequeñez y de evitar de ahora en adelante esta calle.
    Para volver de allí a la seguridad y a la frecuentación a la calle, no pienso que el hecho simple de poner ventanas sobre calle (lo que es de todas maneras una obligación para traer la luz en el edificio) lo aumenta su seguridad. Si, en efecto una calle no tiene ventana, da miedo. Pero lo mismo ocurre calles con ventanas. La ventana no hace forzosamente la acción mirar fuera lo que se pasa, y todavía menos haciéndose actor. Posiblemente esto viene por el hecho de que el artículo de J.Jacobs data de hace 50 años. Hoy nuestra sociedad se individualizó a punto que cuando se oye a una mujer gritar en la calle, o se dicen que está loca, o que alguien de mejor advierte que nos va ocuparse de a eso si hay peligro, pero en todos los casos cerramos la ventana. J.Jacobs relata a esto dando con causa cercania. ¿ Verdaderamente es el hecho de los grandes juntos, donde nadie se connoce y se confía, que crea este género de reacciones o alcanzamos aquí un punto crítico de nuestra sociedad donde el hombre se desembaraza de su responsabilidad con confiando justamente en su vecino mucho más apto que su para reacciona (y quien ciertamente piensa en la misma cosa, lo que nos trae a un estado de inacción consentida)?
    En cambio, un punto que me engalanaba verdaderamente interesando en el discurso de J.Jacobs es la diversidad. No hay que reagrupar a gente juntos bajo cubierto que se parecen y los que serán mejor juntos. Lo mismo que en la arquitectura, la creación de edificios estandardizados que destruyen las particularidades históricas del lugar ameno lo aburre y la indiferencia. ¡ Mezclamos la gente! ¡ Creemos interferencias! Hay que romper las costumbres estrictas y tristes haciendo encontrarse diferentes arquitecturas, diferentes medio de vida. El encuentro pasará bien o mal, pero pasará algo, y esto le permitirá a la gente no dormirse sobre una creencia que todo es el siempre igual y que no hay nada interesante a vivir en la ciutad.

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    Publicado por manon mouneu | noviembre 19, 2015, 1:12 pm
  11. Al leer este fragmento crítico se me viene a la cabeza, cómo era entendida la calle en el inicio de la arquitectura, y cómo ha llegado quizás al punto en el que se encuentra hoy en día.
    Las calles eran entendidas como el espacio sobrante tras la colocación de los edificios, tanto públicos, como residenciales. Poco a poco, ésta idea fue evolucionando hacia una idea de incluir en los espacios públicos las calles de las ciudades, incluso incluyendo en ellas espacios de estancia, espacios verdes. Pero qué es lo que verdaderamente caracteriza las aceras de una ciudad. Desde mi punto de vista las aceras de una ciudad, y con ellas su carácter, vienen dada por los valores que se les atribuye a las edificaciones que las configuran, y sobre todo a la sociedad que las habita.

    Estamos ante una sociedad «libre» pero a su vez borreguil. Que se deja llevar por los valores y determinaciones de lo que es o no lo mejor, o de lo que «ahora toca». Sin embargo, esto hace que la ciudad cambie, evolucione, ya sea para bien o para mal.
    Me remito a la actualidad, y a mi forma de ver las cosas. Parto de la idea de que la vitalidad de las aceras viene dada por la actividad que en ella se produce, es decir, los comercios, bares, restaurantes, etc. Y por supuesto, del tipo de sociedad que las habite.
    Nos encontramos ante una sociedad movida por la «facilidad» y la tecnología. ¿Qué ha sido de los niños jugando en las calles? Desde mi punto de vista el avance tecnológico genera un retroceso en la forma de vivir el espacio público. Y no hablemos de esas calles de comercio casi deshabitadas por la construcción de grandes centros comerciales a las afueras.

    Toda esta transformación hace que las calles dejen de ser transitadas, generando calles inseguras. Sin comercios ni actividad, más que lo residencial, en los mejores casos. Pero incluso en lo residencial se producen inseguridades. Entonces creo que lo necesario quizás sea sopesar qué tipo de sociedad es la que vive nuestras ciudades, y si deberíamos adaptar las ciudades a ellos, o intentar de forma indirecta rehabilitar todos esos espacios inseguros.

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    Publicado por angelaprietocruz | diciembre 15, 2015, 5:23 pm
  12. Hoy en día las calles (el espacio público) sirven para enlazar espacios privados. Son zonas de paso en el que no se habita. Son zonas de paso solitarias. Esto nos convierte a los habitantes en personas egoístas. Solo estamos de paso; no nos vamos a parar. Por lo tanto, no miramos. Y como bien dice la autora, sin miradas una calle no es segura.
    Las miradas hacen que la separación entre lo privado y lo público no sea tan brusca, provocando una conexión directa entre ambas dos. Precisamente por ello, creo que la transición o “emborronamiento” que la autora tanto crítica, es necesaria para dicha seguridad. Hay ojos que pueden proporcionarnos la ayuda cuando sea necesaria. Y esos osos ojos deben estar cerca para socorrernos cuanto antes. Es decir, la cercanía es necesaria para dicha protección. Si nos limitamos a cruzar un espacio transversalmente en el menor tiempo posible, no hay miradas cruzadas. No hay refugio alguno. Por eso somos egoístas. No socorremos a nadie, solo a nosotros.
    Al entrar al espacio público, todo lo nuestro es de ellos. Todo es de todos. O sea que “mío” no es nada. Compartir en exceso es malo. En mi opinión, esta es la cuestión de la segregación y discriminación en las ciudades y no el ”compartir” todo o nada. Tal vez la solución no sea tanto separar el espacio privado de lo público más bruscamente. Sino, generar que haya una transición habitada entre ellos dos. En obligar a las personas a pararse. A levantar la cabeza y mirar a su alrededor ayudándose y conociéndose mutuamente.
    ¿Quién mejor para generar un movimiento (o una detención de movimiento) a las mareas que nosotros? Los arquitectos tenemos esa capacidad de crear corrientes, pausas, subidas y bajadas en la transición (único elemento del espacio público) para manipular esas miradas perdidas. Este problema, promovido por el tipo de sociedad en el que vivimos, puede ser moderado con un buen diseño de ciudad que asegure esa protección bidireccional y todos los aspectos que la determinen.

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    Publicado por garazimerodio | diciembre 15, 2015, 5:49 pm
  13. A menudo se puede llegar a pensar que lo que hace característico a una ciudad sean sus edificios, lo construido. Cuando probablemente sea todo lo contrario, las calles, aquello que se piensa que no se construye, lo sobrante entre edificio y edificio. Esto no debería tratarse así, ya que son las calles las responsables de conectar todo aquello que sucede en una metrópoli; de hacer sentir a sus habitantes de una manera o de otra.

    Este hecho, de solo pensar en lo negro del plano, sucede por ejemplo en los masivos polígonos residenciales que se construyeron ante la carencia de vivienda en una época de crisis. Lo único que interesaba era lo construido, y cuanto mas mejor. Dejando de lado toda labor de urbanización, bien por que no se había pensado en ella o simplemente no se quería “malgastar” en ello. En definitiva, manchas negras sobre un tapiz blanco. Esto conlleva a que por una parte, la única demarcación entre público y privado sean esos dos colores mencionados; y por otra que no haya ojos que miren hacia la calle. Generando de este modo espacios inseguros, que frecuentemente acaban por convertirse en sociedades independientes (guetos), como es el caso de Bellvitge en Barcelona.

    Por otro lado, la autora menciona el hecho de distinguir lo privado de lo público, sin emborronamientos. El Paseo de la Palmera en Sevilla por ejemplo, aun siendo una de las principales vías de la urbe, y habiendo en ella una amplia selección de edificios monumentales que la hacen atractiva, sigue resultando incompleta para el peatón. Puede que esto se deba a que sus edificios se encuentren retranqueados de la calle, del paso peatonal. Se sabe bien donde están los limites entre lo público y lo privado. El límite lo marcan los muros que delimitan la parcela, creando fronteras infranqueables. Por el contrario, en calles donde las fachadas del edificio son las que limitan el espacio público, también se hace una clara distinción entre lo público y lo privado pero en este caso, se trata de una frontera que fácilmente se puede traspasar. Se crea un contacto directo, una relación, agradable o no, que en el anterior caso es inexistente.

    Finalmente se habla del contacto humano. En las grandes ciudades se comete el error de querer compartir en exceso. Tanto se quiere desarrollar esa cercanía, que en formas urbanas de menor escala es tan comprensible, que se acaba por distanciarse. Al crear espacios que son de todos, pasan a no ser de nadie, empujando a que los habitantes acaben buscando espacios que puedan hacer mas suyos. Esta cercanía que surge de la vecindad se da en pequeñas comunidades. En ciudades resulta incomprensible ya que las calles tienen dimensiones mayores y estas tienen mas tránsito, bien sea peatonal o móvil. No se puede pretender crear el mismo modelo o conseguir las mismas sensaciones en dos tramas completamente diferentes.

    En definitiva, se ha de conseguir tratar los espacios creando una escala de grises, que se enfrente a la mencionada distinción blanquinegra. Conseguir que la transición entre lo publico y privado no sea algo brusco y directo.

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    Publicado por joannezabala | diciembre 15, 2015, 9:41 pm
  14. Después de leer este fragmento extraigo una idea clara, y es el interés del autor por concienciar de la importancia de los espacios públicos de las ciudades. Todo ocurre en la calle, circulamos, nos relacionamos, nuestras actividades diarias se desarrollan en ellas, de ahí su relevancia. Pero, como expresa el autor, en la intención de agrupar esas actividades con el fin de facilitar el día a día de los usuarios se cae en el error, puesto que termina por desaparecer la jerarquización de vías que es la que estructura la ciudad.

    A gran escala, ya es sabido que la ciudad depende de una buena estructura para que la circulación sea fluida y así garantizar su funcionamiento. En una escala menor, de barrio, siempre ha habido una tendencia natural a agrupar actividades por las que se han ido jerarquizando solas las calles, es el ejemplo de las calles comerciales que se convierten en las principales y de referencia de cada zona, dejando en un segundo plano a las que sólo se ven lindadas por edificios residenciales.

    En mi opinión, creo que en las ciudades ya consolidadas no existe el problema de calles deshabitadas, la jerarquización viene dada por el uso de los habitantes. El problema lo encuentro en las zonas urbanas, en las cuales no se ve claramente si pertenecen a la ciudad o son nuevos núcleos urbanos. Si realmente se quiere una conexión entre ambas zonas, lo que hay que hacer es estructurar el viario, viendo cuáles son las principales vías de comunicación y darles su escala ajustada a su actividad. Si por el contrario lo que se quiere es activar una calle, la colocación de dos reclamos o puntos de interés en el inicio y el final del recorrido.

    Claramente estas calles tienen que ser agradables y seguras de recorrer tanto de día como de noche. Por el día parece más fácil de conseguir puesto que la propia luz nos deja ver con claridad el espacio y eso nos tranquiliza, y en cuanto a la bondad de ese espacio, requiere de unas dotaciones de vegetación, sombra y pavimentación. En la noche la percepción de seguridad disminuye, por eso es necesaria una buena iluminación que nos permita situarnos y reconocer los límites de la calle, colocarnos en escala.

    Tampoco es recomendable que las calles queden totalmente deshabitadas. Para evitar esto, como comentaba antes, una solución es la obligada circulación de un punto de interés a otro. El punto que tanto en el día como la noche tiene actividad son los transportes. Dotar a una calle de una parada de un medio de transporte va a dar una mayor garantía de habitar esa zona.

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    Publicado por paulalopezhe | diciembre 16, 2015, 4:13 pm
  15. La seguridad o comodidad de paso por Las calles, no se limitan a la circulación de las personas ¿o sí?, una calle es atractiva ,cuando es transitada por gran número de personas, no de vehículos, en cuyo caso ocurre al contrario; siempre y cuando no sea para estacionarlo, entonces nos desprendemos de él y pasamos a ser peatones. Este cambio a su vez es la transición entre querer recorrer las calles libremente acompañados de una mínima densidad de vehículos, a estacionarlo en zonas muy concurridas, por seguridad, o intereses particulares en la zona. La circulación de las personas está condicionada a que las calles sean seguras y cómodas.

    En cambio, esto no sucede cuando circulamos como peatones, siempre buscaremos las calles más concurridas y agradables, en definitiva seguras y en este caso la seguridad la dan, como se menciona en el texto, los ojos que a esta miran.
    Es una apreciación muy interesante, ya que si pensamos por ejemplo en polígonos industriales, podrían ser la definición de espacios no seguros. Se trata de paredes que configuran pasillos con inicio, fin , y un trayecto con el único atractivo de un interés puntual en el mismo polígono.

    Para atraer a las personas de una ciudad, es necesario la diversidad y buena configuración de las calles, pero , no solo para el peatón ,si no para los vehículos, y los habitantes de esa calle, como se menciona en el texto. En algunas ocasiones, siempre descuidamos uno de los tres usuarios, a la hora de proyectar, y eso provoca inseguridad.
    El equilibrio constante entre usos diversos destinados a cada colectivo hará de la ciudad un espacio continuo posible y accesible para todos cómodamente.

    Conclusión, el atractivo de las vías públicas, condicionará a los viandantes ocasionales, usuales o diarios, y con ello la percepción de una ciudad buena o mala y la manera de habitarla, abierta o cerrada respectivamente.

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    Publicado por beatrizmartinezserrano | diciembre 16, 2015, 9:26 pm
  16. El fragmento de Jane Jacobs nos acerca a una realidad, muchas veces olvidada, de la importancia de la calles y sus elementos en la ciudad.

    En la primera parte del fragmento hace hincapié en la seguridad de las calles en relación a la afluencia de peatones en ella. Esta cuestión es importante porque como ella bien dice, cuando una ciudad tiene una calle con interés, ella también tendrá interés. Las ciudades son recordadas por su ambiente en la calle, por la imagen de los edificios en las calles, por sus recorridos…por las sensaciones que producen el conjunto de todo los actores y atrezzo de la escena que compone la ciudad. Cuando esto sucede, la seguridad en la calle se percibe de manera clara y produce una relación de confianza en las personas.

    En cuanto a la relación que establece Jane de la necesidad de diferenciar bien los espacios públicos y privados y el uso que se le da a cada parte de la calle creo que no es necesario una completa distinción. Los suelos de las calle pueden tener su carácter público o privado pero creo que en cuanto a los usos de ellos deben estar compartidos y equilibrados a las necesidades de ellos. Un patio de manzana abierta en la que su función fundamental es la de agrupar accesos a viviendas tiene un carácter privado, protegido pero que a la vez es aprovechado para uso publico con espacios verdes y de recreo o simplemente hacen de recorrido para el peatón

    La idea de discriminación de Jane Jacobs en las calles no es la opinión que yo daría al respecto ya que creo que no son los edificios quien crean la discriminación social entre el público sino que son las personas las que realmente son las constructoras de esas calles, las que las llenan con comercios, accesos a viviendas, espacios libres, huecos vacíos y que con su actividad dan nombre, importancia y seguridad al lugar. Me viene a la cabeza una calle muy conocida en mi ciudad y que para cualquier habitante de la misma le trae un buen recuerdo. Para mi es una calle llena de oportunidades sociales y de relaciones entre personas que es lo que realmente la hace importante. Toda la semana ansias ese momento, después de estar toda la semana trabajando o estudiando, de de ir a esa calle a tomar algo, desconectar un poco e ir viendo como le va a tu gente. Calle rodada y con aceras anchas llenas de bares, portales y comercios de hostelería que completan la escena para que el espectador que vea la película se acuerde para siempre de la ciudad.

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    Publicado por nataliauribeechevarria1 | diciembre 17, 2015, 2:42 am
  17. Las calles son el soporte de la vida de las ciudades, sus órganos más vitales, donde las personas dan sentido a la conjunción formada entre los edificios, sus aceras y los servicios que se establecen en torno a ellas. Como bien afirma Jane Jacobs “Las calles de las ciudades sirven para muchas cosas aparte de para transportar vehículos; y las aceras de las ciudades –la parte peatonal de las calles- sirven para muchas cosas aparte de para transportar peatones”. Quizás sea ese el problema de la ciudad moderna, en el que la mayoría de sus calles están pensadas únicamente para ser contenedores de la circulación de vehículos y personas. El uso de la calle está íntimamente afectado por la mentalidad que gira en torno al uso del automóvil, excesivo en la actualidad, motivado quizás por una mala gestión del transporte público, cuyos efectos negativos son fruto de nuestra incompetencia para construir ciudades enfocadas al peatón, en esta incompatibilidad entre coche-ciudad no solventada en las calles de manera eficiente donde los vehículos siguen teniendo demasiada importancia.

    El objetivo debe ser que el peatón decida recorrer la ciudad porque se siente seguro y porque las calles lo invitan a ello, estimulando así la vitalidad social y económica de la ciudad. Normalmente las calles convertidas en punto de nuestra rutina, son las que nos aportan la confianza y la seguridad necesaria para circularlas, por lo que probablemente es más fácil dudar de la seguridad de un lugar en aquellos puntos no tan habituales para nosotros donde el ambiente y el entorno que le rodea no lo damos por sentado a primera vista.

    Por ello, el ideal a alcanzar es que la ciudad en su conjunto rebose de vida en sus calles, con gente conversando, paseando, comprando, niños jugando, motivados a ello por una atmósfera callejera y dinámica en la que los edificios den a la calle no solo a niveles de acondicionamiento sino para que se cree una seguridad psicológica incitada por envolverte un entorno habitado. Espacios que aunque no formen parte de nuestra rutina, el contacto directo con ese ámbito y con los desconocidos que lo transitan motiven un ambiente positivo que eviten en la medida de lo posible la inseguridad personal y ayuden a reducir problemas de segregación y discriminación racial, éste último desarrollado en las calles, por lo que puede ser provocado por un contexto determinado, aunque pienso que el mayor motivo de culpa recae en la mentalidad social.

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    Publicado por jmanuelromero | diciembre 17, 2015, 6:37 pm
  18. La lectura de estos fragmentos extraídos del libro de Jane Jacobs nos lleva principalmente al replanteo de la idea de calle que actualmente tenemos, aspecto que en general, no tenemos tan en cuenta como deberíamos a la hora de proyectar cualquier espacio.
    Personalmente, a la hora de llevar a cabo cualquier proyecto profundizo más en que el espacio interior sea funcional dejando a un lado la importancia de que ese espacio esté plenamente integrado en su entorno, lo cual es un hecho erróneo y que es precisamente en lo que reflexiona la autora mediante la crítica de los nuevos principios sobre urbanización y reconstrucción de ciudades.
    J. Jacobs critica enormemente las brutales operaciones del «urban renewal» defendiendo así las comunidades vecinales y las densidades elevadas en las calles.
    Lo más importante a la hora de proyectar es ser consciente de que las calles son la esencia y el espíritu de las ciudades. Son ellas las que dan forma a cualquier lugar y espacio. De esta manera, debemos olvidar que las calles y aceras son meros espacios para el tránsito de vehículos y peatones.
    Por ello, siempre tenemos que procurar que una calle sea lo más atractiva posible y para eso debemos conseguir que la calle sea observada, no solo por las personas que la frecuentan sino por los edificios que la protegen. Además no hay que olvidarse de que elementos como los comercios, infraestructuras, vegetación o mobiliario urbano van a conseguir que esa calle sea más transitada y por lo tanto, de más seguridad y confianza.
    En otras palabras, el principal objetivo de cualquier proyectista urbanista debe ser la creación de un espacio de estancia y encuentro donde las personas se sientan parte de él y a la vez sea parte de su rutina.
    Con esto no quiero decir que la autora lleve toda la razón a la hora de decir que el que proyecta es el único culpable de lo que ella denomina segregación y discriminación radical, si no que la propia sociedad nos llevamos parte de culpa con nuestra actitud en la calle, ya que si nos remontamos un poco al pasado, nos daremos cuenta de que antiguamente las calles eran lugares de mayor estancia por lo general y personalmente creo que ese hecho se debía al aspecto que los propios habitantes le daban al lugar.
    La escritora norteamericana defiende que el espacio público debe estar completamente diferenciado del privado; sin embargo, pienso que es una contradicción a lo que dice en cuanto a que los edificios deben observar las calles.
    En conclusión, la lección que nos aporta este libro es que siempre procuremos hacer de las calles las protagonistas de la ciudad dándoles el funcionamiento que se merecen mediante la integración de elementos y factores como puede ser la importancia de que una calle esté bien iluminada o no.

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    Publicado por carmenmartneztern | diciembre 22, 2015, 9:21 pm

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